
Millones de niñas de entre los 3 y los 6 años tienen a las historias fantásticas como su único referente. El problema es que cuando llegan a los 40 pareciera que el príncipe permanece como su referente.
En la realidad, estos príncipes más bien se parecen a Shreck, tienen una panza cervecera y en ocasiones les sale el humor de ogro. Nuestras parejas son seres que por más comprensivos que sean, se enojan, roncan y se quedan pasmados ante el televisor viendo el fútbol aunque les estemos contando la tragedia, por no decir el chisme, de lo ocurrido ese día en la oficina.
Y qué decir de nosotras. Como seres de carne y hueso también, somos más parecidas a Fiona que al resto de las estilizadas princesas de Disney. Cuando cantamos desafinamos, y al despertar no tenemos una corona que adorna nuestro cabello, sino un montón de nudos por deshacer. Tampoco somos unas princesas como las que hemos aprendido a admirar en los cuentos y quizá, después hasta en las telenovelas.
Las historias de Disney y ahoraMattel son encantadoras, pero observemos la realidad. Camilla Parker se quedó con el príncipe Carlos y la dulce y bulímica Diana se murió en un accidente con su amante, sin que ninguna madrina de varita lo evitara. Grace Kelly, después de casi vivir un cuento de hadas, se mató en un auto manejado por una de sus hijas y Carolina fue engañada por el plebeyo Phillipe Junot, sin que le importaran ni sus más caras escuelas, ni su refinada conducta.
Es una pena reconocer que aquellas fantasías no sirven en la realidad y que el príncipe azul no existe... pero tampoco el verde o el amarillo. Si asumimos que los hombres son seres humanos con virtudes y defectos, podremos encontrar entre ellos a nuestra pareja real o Real.
2 comentarios:
Me encanta este artículo, es soberbio. Ya va siendo hora de consumir cine real, del que después te ayuda a ver la vida tal como es.
Salu2
El sueño es una esperanza en una realidad mejor
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