En cambio, es imposible escuchar sin querer porque dentro del concepto mismo de escuchar está la idea de que es algo que se hace queriendo.
Las cosas que se hacen intencionadamente se hacen para algo. Por eso podemos decir, por ejemplo:
Escuché para enterarme
Asociada a la idea de escuchar está la de finalidad. En cambio, las cosas que nos suceden independientemente de nuestra voluntad carecen de finalidad: no son algo que se haga para algo. Por eso no decimos que alguien oyó para enterarse.
Teniendo en cuenta lo anterior, se entiende que podamos tener un diálogo como este:
—¿Me estás escuchando?
—Te oigo pero no te escucho
O también:
—Te escucho pero no te oigo
Si alguien me dice que me oye pero no me escucha, lo que tengo que entender es que le llega el sonido, pero no me presta atención (que es algo que depende de su voluntad). En cambio, si me dice que me escucha pero no me oye, eso significa que esa persona está poniendo lo que puede de su parte, pero que las circunstancias no cooperan (cuando hacemos cosas intencionadamente, podemos tener éxito o no).
Algunos hablantes no distinguen entre oír y escuchar. Esto es especialmente frecuente en América. No es un fenómeno nuevo y las Academias de la Lengua ni siquiera lo consideran censurable. A los hablantes de los territorios donde tradicionalmente no se ha hecho la diferencia se les van sumando muchos que prefieren el verbo escuchar porque, al ser más largo, les parece más importante.
1 comentario:
Gracias M'jid, has aclarado mejor la diferencia entre ambos verbos.
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